El aumento de la esperanza de vida conseguido gracias al desarrollo en general, y al progreso de las ciencias de la salud en particular, ha dado lugar a una mayor prevalencia de las enfermedades crónicas. La diabetes es una de estas enfermedades sin cura conocida, una de las principales causas de morbilidad y mortalidad y que requiere una educación y atención sanitaria continuas para la prevención de complicaciones agudas y su reducción. Dado que, cada vez más, la mayoría de las enfermedades agudas están bajo el control de las prácticas médicas, los enfoques relacionados con la salud están más orientados a las enfermedades crónicas, buscando mantener la vida con la máxima dignidad y calidad, previendo un camino más integral de la salud basado en el bienestar y la calidad de vida y no sólo dirigido a la enfermedad. De hecho, la percepción de la persona sobre su estado de salud se ha considerado como un complemento de los indicadores tradicionales en la evaluación de las necesidades sanitarias, teniendo en cuenta que en el desarrollo de las enfermedades intervienen complejas interacciones físicas, emocionales y sociales que influyen en los resultados obtenidos con los tratamientos.
